Es curioso, la política, los políticos, que expulsaron del curriculum escolar la filosofía, ahora la vuelven a incorporar por unanimidad. No puedo por menos que alegrarme de esta decisión, pero a la vez entristecerme aún más por lo cínica que es la política. Cinismo que me parece muy peligroso para la sociedad. Hasta el punto de cuestionar la validez del sistema político actualmente reconocido para dirigir la sociedad.
La filosofía desaparece de los planes educativos básicamente por consiserarla inútil para los alumnos. El objetivo era formar hombres y mujeres pruductivos y competitivos, para su propia prosperidad y la del conjunto de la sociedad dónde viven, trabajan, se divierten y también educan a sus hijos en los valores de su cultura.
¿Sí? ¿De qué cultura? A los jóvenes le llegan mensajes de solidaridad y de competitividad. Crecen las ONG’s, mientras, en las empresas, el trabajo es cada vea más inhumano por intenso y por competitivo, aparte de mal pagado.
Y, por fin, y casi por sorpresa, todos los grupos políticos presentes en el Congreso español deciden que de nuevo la filosofía debe ser matería obligatoria en la educación secundaria. Aunque me temo que la izquierda ha votado por convicción y la derecha por vergüenza.
No vale decir que acaba de cambiar el gobierno. En el gobierno estaban tanto los que ahora gobiernan como los que que ahora son oposición y antes fueron gobierno cuando la filosofía se relegó a asignatura optativa y apenas impartida en nuestro territorio.
Me atrevo a decir que se legisla en función de lo que mola en cada momento.
Me alegraría saber que la sociedad se ha vuelto menos materialista. Pero no, la gente está obligada a ser materialista, a proveerse de los bienen materiales necesarios para subsistir. Con suerte, además para prosperar y así ganar tiempo que dedicar a las cuestiones del espíritu.
El conocimiento humanista nace de la evolución de las sociedades, que se alejan de la mera lucha por la subsistencia y, claro, de las guerras. Aunque todavía existen en el planeta multitud de grupos humanos sumidos en la pobreza y en interminables guerras.
Las sociedades consideradas desarrolladas no pueden caer en la trampa del materialismo liberal y ahogar el pensamiento crítico. Tampoco dejarse llevar por los tecnócratas que no ven necesario considerar una realidad que vaya más allá del conocimiento científico, ni desear nada que no pueda antes o después lograr la tecnología.