
Cuando los pueblos a lo largo de la historia se han movido, y eso les ha ocurrido a todos los pueblos, les ha tocado tratar de alguna manera con los habitantes del lugar al que llegaban. Así le ocurrió a los israelitas cuando se establecieron en Canaán, a los romanos cuando decidieron conquistar la Península Ibérica, a los españoles cuando se lanzaron a la conquista y cristianización de América. Ninguno fue amable con los habitantes anteriores. Todos sometieron de diversas formas a los pueblos que se encontraron. Sin embargo, no podemos decir lo mismo de los Ingleses y sus descendientes junto a los nacionales de distintos pueblos Europeos cuando se establecieron en América del Norte. A Estos no les bastaba con someter. Prefirieron no tener ningún trato con los aborígenes. Así que expulsaron o extinguieron a los pobladores de las tierras que iban ocupando. Incluso, cuando esto ya no era aceptable, los encerraron en unas reservas minúsculas en comparación con las grandes extensiones de tierras que les arrebataban. Lo último que deseaban era verse salpicados por sus costumbres. Quisieron que EEUU fuese una extensión de las naciones europeas, especialmente de Reino Unido. El sometimiento lo reservaron para otras gentes que también habían llegado de ultramar: los negros.